El loro Orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis) es una de las especies de loros más grandes en Colombia con una talla promedio de 42 a 46 cm (Rodríguez-Mahecha et-al 2005; Ravazzi G. y Conzo G., 2008; Fernando Ayerbe 2018), principalmente verde con la frente, mejillas y área periauricular amarillo inteso, así como pecho parte del abdomen e interior del ala, parte interior de la cola rojiza (similar a la Leptosittaca branickii), anillo periocular claro, iris naranja oscuro, patas gris con visos rosados y pico grande y negro. La distribución de esta especie se restringe a zonas tropicales templadas, en bosques de niebla, sobre altitudes que van entre los 2500 y los 3000 m. de altura, aunque en ocasiones se le puede observar en altitudes más extremas (1600-3500), en búsqueda de alimento (Rodríguez-Mahecha et-al 2005; Ravazzi G. y Conzo G., 2008; Arenas D. & Arango Caro S. 2014). Es una especie asociada principalmente a bosques de palma de cera (Ceroxylon quindiuense), palma que se encuentra actualmente amenazada bajo la categoría (VU) por la IUCN. Dicha asociación se da principalmente por la posibilidad de nidificar en los troncos muertos de ésta palma, además de que el fruto de la palma, hace parte de su dieta principal. Estas características ambientales recrean un hábitat potencial propicio en buena parte de los Andes Colombianos que se extienden al norte del Ecuador, país en el que se declaró extinto localmente durante 1998 (Renjifo, L.M., et al, 2014; IUCN 2019), por lo cual actualmente solo se encuentra en Colombia sobre las tres cordilleras en sitios puntuales. Se ha observado como periodo reproductivo durante los meses de marzo a mayo (Rodríguez-Mahecha et-al 2005; Ravazzi G. y Conzo G., 2008; Salaman P. et-al 2006) con reportes también durante el mes de diciembre a abril (Salaman et-al 2006). Actualmente el Loro Orejiamarillo se encuentra amenazado tanto a nivel nacional por la Resolución 1912 de 2017, bajo la categoría de amenaza en peligro (EN), así como a nivel mundial por la IUCN, bajo la misma categoría (IUCN, 2019), contando como principal amenaza la fragmentación y discontinuidad de su hábitat y la reducción de sitios de anidación y alimentación; igualmente afectada por la reducción en la densidad poblacional de la palma de cera (Ceroxylon quindiuense) excepto por la población del Meta que anida y depende de la palma de Choapo (Dictyocaryum lamarckianum) ((Murcia et al. 2009, Renjifo L. M., et-al. 2014).
Pese a las amenazas, el libro Rojo de aves de Colombia estima que las poblaciones en Colombia se vienen adaptando y recuperando a partir de tres poblaciones que han sido objeto de conservación en cada una de las tres cordilleras, y situaciones de postconflicto han permitido, llegar a sitios que reportan la continuidad de poblaciones nunca antes monitoreadas, como es el caso en particular de la localidad de Toche y Anaime, en el departamento del Tolima.
En el flanco oriental de la Cordillera Central de Colombia, dentro de los municipios de Cajamarca e Ibagué en el departamento del Tolima, se sitúa la microcuenca del río Tochecito, entre los 2.100 m.s.n.m. y los 3.100 m.s.n.m., con una superficie de 8.886 hectáreas. El río Tochecito es afluente por la izquierda del río Toche, al pie de la cual se sitúa el corregimiento de Toche, un pequeño pueblo dependiente del municipio de Ibagué. Por eso, en general, al lugar se le llama Toche.
Este lugar está considerado, actualmente, el espacio con mayor presencia de la palma de cera (Ceroxylon quindiuense), especie protegida y árbol nacional de Colombia.
El número de individuos de palma de cera estimados en la cuenca del río Tochecito es de 239.000, con diferencia la localidad con mayor número de ejemplares de esta especie. Esto no significa que exista una cobertura continua de esta especie ya que, como ha ocurrido en buena parte del área de distribución, la extensión de los pastizales para cría de vacuno y, en algunos casos, de cultivos de montaña como el maíz o la arracacha, han generado zonas donde la palma de cera no existe o aparecen ejemplares aislados en una suerte de dehesa. Sorprendentemente, este paisaje artificial, en el que las palmas de cera acaban muriendo por la imposibilidad de regeneración, resulta en un paisaje icónico para los colombianos, fuertemente promocionado en lugares cercanos, como la zona de Cocora en Salento (departamento del Quindío), justo en el lado occidental de la cordillera pasando la divisoria desde Toche. De hecho, forma parte de la iconografía colombiana al ser reproducido en el billete de mayor valor, el de 100000 pesos. La cuenca del río Tochecito tiene otra característica muy importante además de acoger la mayor población conocida de Ceroxylon quindiuense en el mundo. Por ella discurre un tramo del Camino Nacional, Camino Real del Quindío o Camino del Quindío, la trocha que comunicaba a Ibagué con Cartago cruzando la cordillera central a una altura de 3.300 m.s.n.m. Este camino fue durante casi 300 años una de las principales rutas de comunicación entre Santa Fe de Bogotá y el occidente del país, y entre el Virreinato de la Nueva Granada y el Virreinato del Perú. Fue una vía alterna al Paso de Guanacas, que comunicaba a Bogotá con Popayán a través de Neiva y Timaná, y el cual era peligroso debido a los constantes ataques de los paeces, pijaos y yanaconas. Por este camino, llamado entonces el Camino del Quindío, transitaron en 1801 los naturalistas Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, y fue allí donde descubrieron los imponentes bosques de palma de cera. También por este camino transitó Simón Bolívar a comienzos de enero de 1830, de regreso de la Campaña de Tarqui. Fue el camino que tomaron también varios naturalistas como Jean Baptiste Boussingault (1826), Isaac Holton (1850), Edouard André (1876), Chapman (1911) y muchos otros forjadores de la historia de Colombia. Las primeras noticias sobre la existencia de palmas de cera se deben a José Celestino Mutis, quien en 1785 consignó en sus apuntes interesantes datos sobre las especies propias de Timaná y de Guaduas, conocidas entonces con el nombre de "chuapa". Alexander von Humboldt dice textualmente en su libro “Vista de las cordilleras y de los pueblos indígenas de Colombia: “La montaña de Quindiu es uno de los sitios más ricos en plantas útiles é interesantes. Allí encontramos la palmera ceroxilon (Ceroxylon andicola), cuyo tronco está encubierto por una espécie de cera vegetal; las pasifloras arbóreas y la magnífica Mutisia grandiflora, cuya flor, escarlata, tiene una longitud de 16 centímetros”.
Berthold Seeman, quien preparaba un interesante libro sobre las palmeras, en 1855 citó datos como: "Hallé este árbol en la Cordillera de los Andes en el Paso del Quindío, entre Ibagué y Cartago, no más bajo en el declive de los 7.930, ni más alto que los 9.700 pies ingleses (Usted puede decir en su "Historia Popular de las Palmas", entre 7.900 y 9.700 pies ingleses) en compañía de árboles de Podocarpus [chaquiros] y Quercus granatensis [robles])". La especie tal como se conoce en la actualidad, Ceroxylon quindiuense fue descrita por Gustav Karl Wilhelm Hermann Karsten y publicado en Bonplandia 8: 70. 1860, utilizando datos de una descripción publicada en 1808 en la cual se dan interesantes datos relativos a la cera y a los múltiples usos dados al tronco y a las hojas. Anteriormente, William Purdie (1850) describe: "El altivo, noble tronco de este árbol está cubierto con una capa de cera resinosa, la cual le da una apariencia blanquecina de mármol, proporcionando un animado rasgo distintivo al escenario tan peculiar del páramo del Quindío, donde la palma abunda en grado extraordinario sin causar ningún daño al bosque subordinado bajo su grata sombra. Para obtener la cera el árbol se derriba y fui informado por mis guías que cada árbol proporciona una arroba o 25 libras. Un hombre puede cortar y raspar dos árboles en un día obteniendo al menos cincuenta libras. La cera es usada mezclada con sebo para hacer velas (sola quema demasiado rápido); es usada como vela de cera para ofrecerla a los santos y a la Virgen; el sebo está prohibido por las leyes o rúbrica de la Iglesia Romana; pero el cura de Toche, un pequeño caserío al pie del Quindío, me dijo que no podía permitir su uso en grandes ceremonias en la iglesia, porque las leyes de su religión lo prohíben; así aceptado, es imposible para ellos aprovechar este extraordinario producto natural, fácil de obtener; consecuentemente una gran importación de cera de abejas se ha introducido para uso sólo de la Iglesia. Después de raspada es simplemente derretida y vertida dentro de calabazos para ser usada por los aldeanos en la vecindad de la cordillera del Tolima. Se vende en la ciudad de Ibagué a los pies del Quindío a tres peniques o a medio real la libra; tiene considerable demanda, pero es abundante y fácil de obtener." En la década de 1870, el botánico francés Édouard André fue a Tochecito a realizar un estudio detallado de las palmeras que Humboldt había descrito. Él se hospedó en una propiedad llamada Las Cruces, cuya casa estaba enteramente construida de troncos de palma de cera, y su techo preparado con sus hojas. Las velas y candelas que iluminaban la casa estaban hechas de la cera de las palmeras.
Los botánicos Jean Baptise Boussingault, Herman Karsten y Edouard André aportan interesantes datos sobre la cera, su forma de recolección y sus usos. Célebres son los grabados hechos tanto por Taylor como por Crane con base en apuntes de André; los mismos fueron publicados y reproducidos en La Amérique Equinoxiale y el "Papel Periódico Ilustrado".
El loro orejiamarillo está explícitamente citado en Toche por Chapman en su Expedición nº1. Buenaventura al Valle del Cauca; reconocimiento, Cali a Girardot sobre el Paso del Quindio. 10 de noviembre de 1910, 4 de junio de 1911 “Alrededor de unos 1000 pies por debajo de la cima, encontramos por primera vez palmas de cera (descubiertas en el Camino Real del Quindio por Humboldt y Bonpland en 1801), y estos árboles majestuosos, en grupos aislados o masas de crecimiento denso, eran la forma arbórea más abundante, desde este punto hasta el río Toché. Alcanzaban una altura de al menos 180 pies y eran de especial interés para nosotros como el hogar del precioso Loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis). En algunos lugares, casi cada palma estaba ocupada por una pareja de estas aves cuyos agujeros de nidificación se abrían justo por debajo de las hojas más bajas”.
Los datos sobre esta especie de loro caen en el olvido en el área. En los años 90, se realiza un trabajo llamado “The threatened birds of the río Toche, Cordillera Central, Colombia”1 que estudia la avifauna de esta área, con trabajo de campo entre 1990 y 1999, determinó 249 especies, entre las cuales Ognorhynchus icterotis, que se presume rara y estacional, ya que se observan unos bandos volando por encima del área en septiembre y noviembre de 1995 y en octubre de 1997. La situación de conflicto armado aleja a los científicos de esta área en concreto, y los esfuerzos para la conservación de la especie se centran en las reservas de Proaves en la cordillera central y occidental.
A pesar de haber sido sitio de paso de botánicos, zoólogos, naturalistas y exploradores, y lugar de descripción de algunas especies, Toche cae prácticamente en el olvido prácticamente durante los primeros quince años del siglo XX, hasta que por diversos motivos, naturalistas y biólogos del Tolima comienzan a acercarse atraídos por las palmas de cera y los primeros avistamientos de loro orejiamarillo, mientras que entidades como el Insituto Humboldt, Cortolima y el Jardín Botánico del Quindío, se fijan en la importancia de este espacio para la conservación del ecosistema de bosques altoandinos con palma de cera.
Durante el año 2019, y gracias a la ayuda financiera y técnica de Loroparque Fundación, se realizó un estudio de la población de loro orejiamarillo en la cuenca del río Tochecito (municipios de Ibagué y Cajamarca, Tolima).
Se realizó la búsqueda intensiva del Loro Orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis) en la localidad del Alto de Toche, Municipios de Cajamarca e Ibagué, en el departamento del Tolima, parte centro de la cordillera central, teniendo como precedente la extensión de remanentes de hábitat (bosques de palma de cera, Ceroxylon quindiuense) y registros históricos de la especie en la localidad. A partir de las observaciones se estimó una población promedio de 167 individuos, con un registro máximo de 339 individuos y uno mínimo de 15. Los cuales se desplazan por el territorio, en un área extensa a ambos flancos de la cordillera e identificando un dormidero en la finca Pajaritos, al cual acuden a diario y en donde además de pernoctar, desarrollan comportamientos sociales.
Se caracterizaron 8 nidos activos en las fincas de Las Cruces, Pajaritos y la Carbonera. Con una Altura promedio del Fuste 24,9 m. y una Altura promedio de la cavidad de 17,1 m., predominando, en sitios de potrero y palmas, con la base despejada de vegetación. Se registraron eventos de cópula durante el mes de Febrero y Marzo, meses en los cuales se pudo observar la escogencia de nidos para loro Orejiamarillo seguido del cuidado parental de la postura y los pichones, registrando durante el mes de Junio y Julio un incremento de la población de loros de alrededor 20%, el cual se estabilizó igualmente durante los meses de septiembre y diciembre.
Actualmente se reconocen 10 especies alimentarias, para el loro Orejiamarillo en la cuenca del río Tochecito, con su respectiva estructura que consta de frutos, hojas, tallos, semillas, rebrotes, cortezas y artrópodos inmersos en las cortezas.
Cada una de las especies identificadas en el área como alimentarias, fueron marcadas, identificadas y registradas para seguimiento fenológico, el cual nos permite observar los periodos de floración y fructificación, así como el porcentaje de maduración de los mismo, observando para el caso de la palma de cera un pico de fructificación durante el mes de junio y un alto porcentaje de maduración a partir del mes de agosto a diciembre.
Pese al diseño e impresión de las encuestas propuestas y reportadas durante el primer informe, no fue posible aplicarse en la frecuencia propuesta, pues las personas del centro poblado no tenían información del loro Orejiamarillo y en la localidad donde se hicieron los muestreos solo fue posible entrevistar a los responsables de las fincas que eran siete: La reforma, Las Cruces, Galleguito, Gallego, La Leona, Pajaritos y La Carbonera.
A partir de la información solicitada a la Corporación Autónoma Regional del Tolima- Cortolima y al Centro de Atención y Valoración de su jurisdicción, fue posible confirmar que no han existido registros en los últimos tres años de capturas o decomisos en la región, esta información se suministró durante el primer informe a Loroparque.